lunes, 15 de abril de 2013

El tiempo

Caen las horas y el olvido me saluda. Caen como pesos muertos al vacío del abismo oscuro del tiempo. Caen silenciosas sobre la oscuridad de la noche, sobre la claridad del amanecer, sobre los días que pasan lentos. Caen y ya no volverán pues el tiempo es finito y es el único que malgastamos en lamentaciones, recuerdos, añoranzas, en lágrimas que solo nos evoca el pasado.
Pasado que nos forja, que nos caracteriza, que nos construye. Yo soy mi pasado, yo soy mis miedos y temores, yo soy mis recuerdos; ya sean duros o felices. Pasado que en los sueños vuelven, que en los recuerdos reviven, que se contiene en los pequeños instantes de una mente burlona. Pasado que añoramos, presente que vivimos.
El presente que nos lleva en su barca de sensaciones, vivimos conforme a el, el día a día; luchando, recobrando, insistiendo en todo aquello que nos merecemos o creemos merecer, en todo aquello por lo que merece la pena, en eso por lo que sonreímos y somos felices, aveces aunque no sea la mejor opción para nosotros. Un presente que nos hace soñar con un futuro.
Futuro tejido con sueños, esperanzas e ilusiones. Un futuro que queremos, algo irreal, algo lejano a nuestro realismo mas amargo. Soñamos con un futuro, mejor cargado de todo lo que en el pasado no fuimos y en el presente no somos. Un futuro inexistente pues nunca sabes cuando llegaras a alcanzarlo. El futuro, ese que imaginas, no es mas que el reflejos de tus frustraciones en el espejo de unos sueños que quizás nunca se alcancen.
Caen las horas, cae el tiempo y la vejez te alcanza en la cama, recordando concluyes que todo aquello por lo que sufriste o soñaste, lloraste o reíste, entristeciste o alegraste, odiaste o amaste. Todo ello nunca tuvo sentido si no comprendiste el tiempo.

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