jueves, 30 de mayo de 2013

Siete pecados capitales



Hace tiempo fui un pecador. Hace tiempo que peque, hace tanto tiempo que las huellas de mis pecados son débiles,  para algunos, pero para mí aún perduran en el aroma de cada nuevo día, de cada anochecer, de cada madrugada esperando al alba. Mis pecados no fueron comunes ni los más extraordinarios. Mis pecados fueron capitales y por ellos en pecador me convierto, esperando redimirme de ellos algún día.
Cometí lujuria, pues en la noche, bajos las sabanas deseaba una y otra vez tu cuerpo, el calor de tu alma. Deseaba recorrer cada centímetro de tu piel para erizarte la pie. Cometí lujuria pues nunca me cansaba de amarte hora tras hora.
Use la pereza para retenerte en la cama , para entretenerme en tu mirada  al despertar.  Use la pereza para llevarte a sofá y allí abrazarte hasta que los segundos se agotaran, la use simplemente para compartir contigo todo lo que el tiempo nos quitaba. Pereza para dormir todas las noches a tu lado, sin que nada nos molestara.
Utilice la gula en cada uno de mis besos, en cada uno de mis abrazos,  de mis te quiero. La use para hartar mi apetito de ti, para conseguir sentirme satisfecho e hinchado por el festín.  Gula y más gula en cada uno de mis actos para llenar un vacío que nunca se cansó de ti.
Expuse mi ira cuando quisiste alejarte de mí, no comprendí  que después de hacer todo tan perfecto decidieras partir donde los recuerdos se agotan y el tiempo te cura, donde el olvido se acerca cada día mas a mi memoria  y donde ya no queda nada más que soledad.
Sentí envidia de aquel por quien lloraste, por quien soñabas o aquel por quien esperabas sentada en un rincón. Sentí envidia porque no sintieras aquello por mí, solo quería la mitad de aquel sentimiento tan puro, la mitad de aquéllas lágrimas y la mitad de esos sueños. Solo quería la mitad de tu corazón.
Fui un avaro al quererte solo para mí, a querer solo tus besos, tus palabras al oído, al querer que el olor de tu cuerpo me meciera cada noche en mis sueños. Te quise solo para mí y quizás ese fue mi mayor  pecado y el que más me martiriza en mis pesadillas.
Cometí soberbia al no ver mis propios pecados, al no ser capaz de descubrir mis fallos, a creerme que era perfecto, pero no fui nada más que un imperfecto que no puedo hacer que todo fuera perfecto para arrancarte una sonrisa.
Fui un pecador, que aún espera perdón, tu perdón, el perdón de la vida y mi perdón.  Soy un pecador porque mi único pecado fue amar lo que nunca fue mío, querer lo que nunca tuve y soñar con lo que jamás tendré. Mi pecado tiene nombre y ese nombre es el tuyo.