sábado, 8 de noviembre de 2014

Preguntas al tiempo



En noches de oscuridad casi eterna, en noches en las que los recuerdos corren más rápido que el mismo sueño, en los que la cabeza piensa una y otra vez. En noches en los que la melancolía de los vacíos se desboca y no ansia nada más que el calor de un cuerpo a su lado. En noches como esas, pregunto al tiempo.

Pregunto, porque lo que yo creí efímero, lo que yo pensé que era un instante de la misma eternidad que me tocaba compartir; se esfumo, se evaporo, se perdió y entonces comprendí que la misma belleza es un segundo de un millón. Pregunte por los recuerdos, esos que todavía anidan, esos que todavía escuchan, que todavía viven, les quise echar y más se quisieron quedar, los quise perder y más se hicieron de notar. Pregunte porque aún estaban y ellos mismos me contestaron que se escaparon de su silencio.
Pregunte porque la vida insistía en suministrarme su realidad, en avergonzar  a mis ilusiones, en desmentir a mis sueños. Pregunte por ti, por el olvido y este se olvidó de mí. Lamentablemente el tiempo tiene cosas más importantes que hacer  que el desprenderme de tanto equipaje.
Déjame  decirte antes de que te abandone, antes de que vaya en busca de mi camino. De que me pierda y me equivoque, de que piense, de que sienta, de que te diga alguna otra estupidez. Déjame preguntar al tiempo. Déjame preguntarle la salida del laberinto y por fin poder comenzar.

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