Pesa el corazón, como el metal de la
armadura que me ceñí para evitar mas mentiras. Pesa como la piedra
que recubre sus paredes e impide su latido. Pesa porque es un corazón
muerto, sin vida, sin razón, sin ti. Porque aveces cuando tu memoria
llega a el, es cuando le escucho gritar y dolerse de aquello que le
hiere. Huye despavorido evitando enfrentarse una noche mas a ti,
porque quiere seguir muerto mientras la oscuridad lo acaricie. Pesa
porque retiene todo aquello de lo que no quiere desprenderse,
recuerdos e ilusiones, esperanzas y aventuras, sueños y ternura y
sobre todo de ti.
Una noche mas mi pecho aguanta su peso.
Duele sentir su muerte. Duele notar como languidece lentamente. Duele
percibir como se marchita. Duele apreciar como suavemente golpea
contra el suelo, para deshacerse en pedacitos tan minúsculos que ni
tus manos podrían volver a rehacerlo. Duele notar como no soy yo
quien lo domina y te obedece a ti. Duele cuando el tiempo hace mella
en el, cuando el devenir de los días lo envejece un poco mas,
esperando a si una muerte agónica.
Pesa el corazón pues hay tanto en su
interior, pesa cada noche que te recuerda, en cada día que te ve
brillar. Pesa por que al se adhirió tu recuerdo, que incluso en
sueños atormenta. Pesa porque tus manos lo adormecen con caricias de
papel, con abrazos de cristal, tan efímeros como la estrellas
fugaces de las noches de verano.
Pesa el corazón porque habitas en el,
en ese mundo que yo me encargue de crear para ti. Pesa porque los
sueños se refugian, en ese mismo habitáculo, junto con sus otras
compañeras de viaje. Detrás de las ahora pétreas paredes, allí
bajo llave y mil cadenas que impiden que vuelvan a aflorar. Pesa el
corazón porque carga con mil y una razones para perder la razón.