Despunta el sol en el horizonte
emborronado por la densa niebla. Que provoca que apenas sus rayos te
puedan acariciar y besar un alba mas. Niebla de quietud y silencio,
de murmullo de pensamientos, de sinceridad con el corazón. Niebla
que impide ver mas allá, que impide ver el final del jardín donde
te encuentras, que impide ver el camino que las estrellas fugaces
marcaron hacia tus sueños.
Cansa el levantar la vista, para
encontrarte una vez más, y no me ver nada mas que nubes. Desespera
echar a andar y no hallar senda alguna pues solo sigo caminos que
llevan a la nada. Me siento derrotado cuando al alzar la mano, para
buscar tu piel, no hago nada más que tocar fantasmas que debieron
desaparecer. Desfallezco al abrazar la ausencia de tu cuerpo que
ahora es mas que un mero recuerdo, algo anclado y clavado en algún
lugar profundo y lejano. Lejanía que roza suavemente tu alma con la
yema de los dedos para perderte entre ella otra vez.
Hubo un día en que salte el muro mas
alto para llegar a tu corazón, en que trepe por alguna torre, entre
enredaderas llenas de obstáculos, en que escale a los picos mas
altos del mundo. Hubo un día en que encontré ese jardín en el que
florecía la flor mas bella. A pesar de todas las trampas e
impedimentos conseguí admirarte aunque tan solo fuera un pequeño
momento de una gran vida.
Fui el sol que te hizo crecer y
florecer, el rocío que en las noches frías acariciaba tu piel
aterciopelada para darla calor. Fui, el agua del que bebías en cada
beso. Fui la lluvia que lavaba tu corazón. Fui la mariposa que llego
para pintarte del color del amor. Fui esa hoja que creció junto a
ti.
Soy ese que te amo y que con locura te
arranco cada uno de tus pétalos buscando la respuesta a la eterna
pregunta.
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