Prometí al silencio no
incordiarlo con los lamentos, no romperlo con el pequeño susurro que
irrumpen en mi boca, no terminarlo con mis labios pronunciando tu
nombre. Llamándote en la soledad de la oscuridad, en los sueños que
alberga mi corazón, henchido por esperanzas y promesas banas de que
un día volverás.
Prometí a mis lágrimas
que no volverían a salir, quería encerrarlas en lo profundo del
alma y que allí habitaran eternamente. Las prometí no jugar con
ellas, no verlas otro día más, pero cada amanecer empapan mis
sabanas como el rocío besa los pétalos de las flores. Las prometí
que no volverían a escocer, que no harían damas daño entrando en
las heridas aun abiertas, pero mis llagas necesitan de su néctar
salado para sanar.
Prometí a mi corazón
que se acabaría el dolor, ese que le hace estremecer cada noche
cuando añora el calor de tu cuerpo junto al mio, ese que le provoca
espasmos cuando mi mente viaja hacia los sueños en que tu y yo
estamos juntos. Ese mismo que me recuerda lo que quise y ya no tengo,
el que me recuerda que el tiempo corrió para ganarme.
Prometí a mi alma no
sufrir con las ilusiones difusas que dejaron mi vida, con las
sonrisas inacabadas que abandonaron un rincón en lo profundo de su
mismo ser, con los besos perdidos entre mares de dudas, con las
caricias de tus dedos recorriendo mi piel mientras buscan un sitio en
el que quedarse, con tu mirada cristalina que me permitía ver dentro
de ti. La prometí que jamas te volvería a recordar, pero mientras
las pequeñas lágrimas corran por mi rostro, el dolor me haga
temblar y el silencio me haga sentirte jamas podre abandonarte al
olvido.
Prometí que te dejaría
marchar a aquel lugar donde todo el mundo viaja, que me despediría
de ti para que pudieras emprender el viaje, que escondería lo que
siento para que pudieras partir sin dudas. Pero también prometí que
siempre te amaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario