Cae la lluvia incesante, sobre la
cabeza de los dioses, cae como las lágrimas final del primer amor que
abandonamos, como las lágrimas de la madre que ve a su hijo partir
hacia un destino indeterminado. Cae como los sollozos del hermano,
bajo el abrazo de un adiós perpetuo. Cae la lluvia y salpica
empapando incluso a los que creyeron estar a salvo.
Ídolos de barro, que se derriten bajo
la lluvia, borrando el rastro de todo aquello que los hacia
especiales. Dioses, que se difuminan entre el viento como se borran
los recuerdos del ayer mas cercano. Que se rompen bajo el azote del
tiempo, olvidando todo que aquello por lo que ellos lucharon . Ídolos
de un todo y de una nada, ídolos que se secan bajo el sol obviando
lo que les hacia únicos o que nos podía haber hecho recordar.
Todos en la vida acaban siendo un dios
destronado, bajado del pedestal bajo la tormenta del tiempo. Todos
hemos sido un ídolo despojado de toda heroicidad, de todos los
aptos que realizamos. Todos hemos sido para alguien importante y al
final todos hemos acabado en el abismo del olvido junto a las cosas
que hicieron daño. Yo fui un ídolo de barro que nunca quiso serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario