Camina lento y pesado,
camina en la linea del horizonte que se difumina entre la niebla del
amanecer. Camina sin rumbo, sin un lugar al que llegar, sin ningún
objetivo que conseguir. Camina sin mirar a tras. Porque huye de sus
miedos, de sus fantasmas de su pasado que le recorre todas las noches
en los vacíos del cariño.
Ya no le duelen las
ampollas, ya no hieren las piedras del camino, ya no pinchan los
cardos de la senda, ya no duelen porque le duele dentro. Sufre
despojado de todo lo que ama, de todo en lo que creyó y de todo lo
que tuvo un día y se perdió entre carreteras enmarañadas de
destinos confundidos.
Camina hacia ninguna
parte en busca de lo que le pertenece. Camina raído por el tiempo,
envejecido por el caos, curtido por las batallas que presencio y de
las cuales fue participe, herido en una de ellas camina con la herida
abierta, sin sangrar, pues esta se esconde donde las heridas no
cicatrizan, allí donde las manos de su ángel alcanzan, donde se
perdieron sus besos, allí donde nunca alcanzan el tiempo y el
destino se detuvo en un instante. Allí donde solo existe ella.
Camina el viajero, lento
y pesado. Pero decidido pues cada paso es una aventura y cada
aventura es un recuerdo que olvida a otros. Porque cada recuerdo es
un instante y cada instante es un momento en el que no recuerda.
Camina hacia delante pues el pasado siempre queda a sus espaldas.
Lo malo de caminar es que nos solemos alejar del origen de todo y nos olvidamos de porque caminamos...
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