Me senté, una vez más, en el infinito del universo a contemplar el final del tiempo. Mientas la luna me mecía en sus bazos de plata, mientras las estrellas cantan para hacer mi espera mas corta. Me senté a esperar lo que no llegara.
Tiempo enemigo del sentimiento, amigo de las heridas y del dolor. Tiempo que te desvaneces para mi, como la niebla del invierno te sentí; frió, opaco, me envuelves en la soledad. Me abrazaste para engullirme y perderme en la confusión de unos ojos que no quisieron ver, de un corazón que no quiso morir y de un sentimiento que nunca quiso marchar.
Lucharía, pero no serviría para nada. Ya lo hice y como respuesta obtuve silencio. Luche y no vi nada mas que escudos, fantasmas que levantaban armas contra mi y recuerdos que herían profundamente en una carne ya magullada por los embates del tiempo. Tiempo, abandoname, escapate de mis manos, desaparece de mis recuerdos pues yo ya estoy agotado y mi tiempo se torna ya efímero en la tela de las parcas.
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