Ayer tus ojos se cruzaron
con los míos, volví a verlos y me volví a sumergir en la quietud
de tu azul. Tu mirada me paralizo, desafiante se mantuvo y tus ojos
hablaron para mi, me recordaron el despertar a tu lado, las lágrimas
que nos dañaron y me recordaron el brillo de una estrella. Tu mirada
me busco y encontró lo que yo no supe ver.
Ayer tu voz hablo y esas
palabras eran para mi. No hablaban de rencor ni hostilidad,
simplemente hablaban de ti y de mi, desde el corazón. Tu voz era
como la recordaba cantarina, alegre y mi alma bailo junto a ti. Donde
yo no supe que decir tu hallaste lo que hablar.
Ayer tus manos me
tocaron, se posaron en el pecho para sentir mi latir. Acelerado,
nervioso, como el tamborileo de un redoble de tambor, lo encontraste,
igual que sentí yo el calor de tu caricia, la que todavía dura y
quema en el pecho. Mis manos se acercaron y acariciaron tus mejillas
tu las atrapaste para que nunca se soltaran. Nuestras manos se
encontraros para tocar lo que no debimos.
Ayer tus labios me
besaron y recordé tu sabor, lo deseaba, lo echaba de menos y me
perdí en el laberinto de mis emociones, mis labios temblaron pero
los calmaste con el abrazo de los tuyos, se perdieron otra vez
intentando explicar lo que ocurría, pero sin encontrar respuesta se
dejaron llevar por tu aliento. Y besamos al tiempo para recuperar lo
que perdimos.
Ayer me prometiste que
dejarías todo por mi, que no habías parado de recordar lo que
vivimos, pero cuando tus labios me besaron desperté, desperté del
sueño, deseando volver a dormir y encontrarme contigo otra vez,
deseando que lo que soñé se haga realidad y esperando que la
casualidad algún día te lleve a leer todo lo que te escribí.
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