En el gélido cenit de la noche, despierto, no puedo conciliar el sueño. Toda una noche de vigilia, de desesperación por querer dormir y no poder, porque al cerrar mis ojos veía los tuyos mirarme fijamente. Todavía me pregunto como pudo suceder y no encuentro explicación alguna.
Sigo caminando intentando encontrar mi ayer, mi verdad, esa que contigo me acompaño y me entristece el haber perdido. Cuantas miradas al suelo, intentando encontrar lo que perdí. Cuantas caricias al vació buscando lo que quizás no vuelva a ver. Y comprendo que quedándome quieto no lo encontrare, que he de seguir caminando para encontrarme con el reflejo que se marcho.
No puedo dar nada, no quiero intentar nada porque camino perdido por bosques de recuerdos, pantanos del mismísimo miedo, montañas de problemas que yo mismo evite escalar. Y entre las brumas emerges como un espectro para hacerme recordar que aun puedo hacer feliz.
Tus miradas hablaban de lo que callabas. Tus manos me buscaban y las mías cruzaban territorios vedados. Un simple roce hacia temblar mi corazón, una mirada tuya agitaba mi alma. Pero de nuevo volvimos a la realidad de volver a ser dos extraños. En ese momento creí ver luz pero solo fue tu sonrisa que le dio calor a mi corazón.
Deseo encontrarme, deseo ser un hombre, ya no quiero ser un príncipe azul, me conformo con ser un príncipe imperfecto al que quieres por sus virtudes pero amas por sus defectos.
Empiezo a comprender a entender la verdad de las cosas, la esencia de los pequeños deseos, esto no se encuentra en lo que nosotros si no en lo que desean los demás.
Un haz de luz ilumina esta fría noche, ya no esta oscuro, empiezo a ver, empiezo a sentir. Pues siempre sale el sol.
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