Me consumen los
recuerdos, hilados en el tiempo con las pequeñas puntadas de la
aguja del destino, mientras descanso bajo el abrazo del frío de la
cama vacía. Me consumen las horas que se agotan; infinitas, eternas
y silenciosas; entre las yemas de mis dedos. Me consumen las llamas
que lamen y abrasan las heridas de mi corazón. Me consumo en mis
pensamientos, dispersos, difusos, oscuros y que acaban en ti.
Me consumen los sueños
que me persiguen en las noches sin estrellas, en las que la luz de
ellas se torna un faro del camino. Me consume el silencio de tu alma,
que ni siquiera solloza por una de mis caricias, por uno de mis
besos, por uno de mis abrazos. Me consume mis lagrimas que con cada
una de ella se llevan un trozo de mi, despedazando por dentro todo lo
que ame. Me consumen las mentiras que llegue a creer y las verdades
que desperdicie, lo que mis ojos no quisieron ver y lo que mi cabeza
llego a negar.
Me condeno a consumirme,
a desaparecer y a perderme entre la hoguera que se eleva dentro de
mi. Que consume cada uno de mis sentimientos y los reduce a cenizas,
que destruye y solo infunde miedo en toda esperanza que nace. Me
consumo tras cada amanecer, para dejar al anochecer la piel que un
día te pertenecio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario