martes, 3 de junio de 2014

He temblado



Lo reconozco yo he temblado, nervioso, inquieto, exaltado o histérico esperando la hora de verte, contando los segundos para volver a tocarte. Yo he temblado mientras buscaba la razón para tropezarme otra vez, el motivo por el que encontrarte y siempre andaba con tu excusa pendiente de la alegría.
He temblado mientras me has mirado, mientras jugabas con tus ojos a desnudarme por dentro a buscar y traspasar. He temblado mientras  tus dedos rozaban mi pecho, jugando con lo que te pertenece.  Temblé en nuestro primer beso, inesperado, erótico, pasional; lo confieso he temblado en todos y cada uno de nuestros besos, en los que la pasión me perseguía, en los que la despedida llegaba, en los de las mañanas, en los de las noches y en los que olvidaba que guardaba.
Yo tiemblo cuando el brillo de las estrellas se pasea entre las líneas de tu sonrisa. Tiemblo cuando tus piernas me abrazan en la cama, cuando tus uñas me acarician la espalda. Tiemblo cuando mi corazón se pierde en el tuyo, cuando nuestra respiración se acompasa, cuando me susurras un te quiero.
Tengo que ser sincero y decirte que tiemblo de miedo, por no saber amar, por temer al sentimiento, porque me gane de nuevo el destino o me pierda en los recuerdos. Por ser un cobarde freno mi carrera, destruyo lo que amo,  hiero  lo que tengo. Por tener miedo me escondo entre tus brazos y tiemblo por tu calor.
Debería reconocer que tiemblo porque todo se agota o todo acaba, que todo tiene su final, que la meta para unos llega antes que para otros y que tú, como un sueño, al despertar desaparecerás y solo me volverán a quedar los viejos recuerdos de nuestro tiempo, hiriendo en la piel, en el corazón y en las viejas heridas.

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