Mi corazón me habla cada noche
entre sueños y desvelos, entre amaneceres y anocheceres, entre sonrisas y lágrimas. Me habla, me canta, me
susurra, me recita, me grita tu nombre,
me cuenta como seria todo junto a ti y yo simplemente callo, porque el silencio y la soledad se hicieron mis amigos.
Mi corazón te llama pero tú no has
venido todavía en su busca y el anhela entre sus latidos el calor de tu piel.
Cada noche los sueños se
convierten en realidades, en profundos deseos del corazón que tanto te echa de
menos. Se confunden una y otra vez para confundir al alma. ¿te marchaste? O ¿todavía
sigues junto a mí?, no distingo ya lo uno de lo otro. Deseo dormir para soñar
contigo, con tu mirada, con el tacto de tu piel, con la humedad de tus besos y
perderme entre el calor de tus caricias. Pero al despertar el sabor amargo de
la realidad provoca el doloroso recuerdo de que la cama sigue vacía y mi corazón
helado.
Incapaz de sentir, incapaz de
amar, incapaz de olvidar, incapaz de dejarte marchar. Porque el mismo sabe, lo
que en sueños me has contado, que volverás, que vendrás y que mis ojos volverán
a brillar cuando se crucen con tu mirada. Que nuestras manos se unirán sintiendo
la suavidad de tu piel, que nuestros besos jugaran al escondite entre las
sabanas y que volveré a escucharte en la oscuridad de la noche.
Un corazón de que desea es un corazón
que ama. Un corazón que te desea como el
primer día y como el último adiós. Eres la prioridad en mi lista de deseos,
porque en ella solo hay uno, uno que he pedido al soplar a las velas y al ver
pasar las estrellas fugaces, un deseo que en silencio grito y en la soledad
acompaño. Un corazón que desea para poder sentir lo que un día sintió y sabe
que su deseo llegara.
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