No
se jugar a ese juego. No se jugar a contar el tiempo con suspiros, a
prometer con besos interminables o a dibujar corazones con las yemas
de los dedos, no se pintar con caricias el calor de mi cuerpo sobre
el tuyo, no se jugar al y “tu mas”, ni a las partidas de poker
con miradas interminables, no se esconder en mi cara mi sonrisa, ni
escribir en ella la poesía. No se jugar sin tener, ni tener sin
sentido. No se jugar a la ignorancia del pensamiento o a ocultar la
verdad de la razón.
Quisiera
aprender, pero las cuerdas, los candados, los muros y las cadenas no
me dejan ver mas allá de la cristalera de mis ojos, de las lágrimas
del recuerdo, de las heridas cicatrizadas y del carencia de
sentimiento. No siento, no vivo. No vivo, porque me falta el latido,
una sutileza incoherente del la belleza del mundo. Un latido muerto y
es que las nieves ya son eternas.
No
se jugar a tus juegos, no se jugar a sus juegos, no se jugar a
vuestros juegos, no se que es el calor de un beso atrapado en la
piel, no se que es el perfume de un cuerpo excitado por una caricia,
no se que es el sabor de un “te quiero” atrapado en las sabanas,
no se que es sonreír sin motivo y no se cuales son los motivos para
sonreír. No se que es sentir porque nunca me hicieron volar y soñar;
y si lo hicieron, ya hace tiempo de aquello. Las huella se han ido,
las hogueras se han apagado, y el silencio a llegado, la lluvia a
limpiado y ahora solo hay un lienzo en blanco.
No
se jugar al juego de cupido, porque ignoro sus reglas. No se jugar al
juego del amor, porque nunca comprendí sus leyes. No se jugar a eso
de querer, porque comprendí que nunca quise. No se jugar, pero
aveces pienso en que me gustaría aprender e incorporarme a ese
juego. No se, pero me gustaría saber... ¿Me ayudas a comenzar?