Tic tac, suena tu corazón, acompasado al ritmo del tiempo
que corre al encuentro de tu recuerdo. Tic tac, como un metrónomo marcando los
tempos de la melodía que susurran tus labios. Tic tac, fundiéndose en mí,
encontrando su vibración, buscando donde
golpear. Tic tac, marcando el ritmo de las historias tristes que cuenta tu
piel. Suena t corazón golpeando al mío,
bailando junto a él.
Tu mirada, vidriosa, esquiva, incierta. Tu mirada en la que
naufrago, en la que me pierdo buceando, buscando en esa inmensidad. Tu mirada
cuenta historias tristes, tus lágrimas hablan de ellas, añoran a las palabras
para perdonar, para no molestar. Ella me mira y entiendo que me cuenta, seco
cada una de sus pequeños secretos intentando ocultar cada uno de sus sufrimientos. Porque su
mirada me cuenta historias tristes.
Tus labios no hablan, pero dicen, no escuchan, pero
oyen y
en cada uno de los arañazos que contiene hay una historia triste. La del
adiós, la de la mentira, La de la hipocresía, la del dolor, la de la distancia,
la del tiempo, la de sus besos secos, agrietados por el viento del sufrimiento,
la de amor, esquivo y mentiroso. Tus labios sangran y es por cada uno de los
surcos que el tiempo dejo en ellos.
A tu piel suave la recorre una gran cicatriz y una herida
sin curar. Una gran cicatriz de la primera verdad que supiste, del primer
encuentro con la realidad, de la primera oportunidad desperdiciado. Una
cicatriz antigua pero que siempre duele y recuerda su día. La otra, una gran
herida imposible de curar, una gran sangría que se te lleva poco a poco. Una
gran herida que has intentado callar pero que sigue contando una historia
triste.
Una historia triste es la que te acabo de contar, la
historia de un sueño propio, la de un reflejo en un espejo, la de un vacío en
la soledad, la de un eco en la oscuridad, la de un recuerdo que juega a volver
y la de una verdad que ya no es. Una historia triste es imaginar que nada de
esto ocurrió.