No pretendí ser un dios, ni jugar
a la creación. No quise crear un universo, ni la vida. No quería nada más que
una de tus sonrisas y uno de tus besos. Quería robarte toda las noches el
brillo de tus ojos y el silencio de tu mirada. Quería simplemente hacerte soñar
con mil y una estrellas brillando bajo
el techo de tu habitación. Quise regalarte
la luna pero solo te traje un destello para que iluminara tu oscuridad.
Pinte luceros para ti, te regale
un cielo para que todas ellas te hicieran compañía en las noches de ausencia. Dibuje
una estrella fugaz allí donde dormías para que cada noche al soñar pidieras tu
deseo. Coloque un camino de estrellas oculto, secreto e inhóspito para que lo
encontraras y a si tus deseos cumplir. Puse mi esperanza en tus manos.
Bajo aquel cielo de pintura,
papel y hormigón. Bajo aquellas estrellas impostoras, de luz de deseos, ilusión
y amor. Bajo ellas las noches eran cálidas, como tus abrazos. Las noches sabían
a miel como tus besos. Las noches eran brillantes como tu mirada. Las noches
eran pasión y amor. Lujuria y perdición. Bajo esas estrellas contamos historias
y aventuras.
Y un día, las estrellas no
brillaron más. Se fueron, se perdieron, entre la infinita oscuridad de una caja
de cartón, entre los cajones de unos recuerdos que se olvidan, entre lágrimas y
despedidas. Entre un amargo final. Solo espero que tus ojos guarden el brillo
de una de esas estrellas para que un día puedas regalármelo tu.